Marisco primaveral

Con los días largos y el sol en lo alto, no hay mejor manera de aprovechar la temporada que sentarse al aire libre con buena compañía y mejores sabores. En Galicia, cuando llega el calor, el mar también cambia, se agita de otra forma y nos regala productos que, por estas fechas, alcanzan su momento más sabroso. Es el tiempo en que la terraza se convierte en comedor, y el mantel se tiñe de blanco mientras se oyen carcajadas y se alzan copas. No hace falta complicarse: una ración bien servida de marisco fresco puede ser todo un festín. Lo importante es saber elegir, dejarse llevar por lo que el mar nos da en su mejor momento, y disfrutarlo sin prisa, como mandan los cánones.

Hay clásicos que nunca fallan. El percebe, por ejemplo, sigue siendo el rey del sabor a mar en estado puro, con ese punto de sal y fuerza que solo se entiende si se ha probado recién cocido. El camarón —o quisquilla, según la zona— es más discreto, pero su dulzura y delicadeza se realzan cuando se sirve frío, con una bebida bien tirada al lado. Las cigalas, por su parte, permiten jugar con la cocina: a la plancha, al horno o dentro de un arroz, siempre conquistan con su carne tierna y su sabor profundo. Son productos que no necesitan presentación, pero sí respeto: el que se les da cuando llegan del mercado y pasan directos a los fogones.

Y si el día acompaña, nada como dejarse tentar por unas ostras abiertas al momento, con ese aroma que trae consigo la brisa del océano. Son ligeras, saciantes y con beneficios que van más allá del paladar. El centollo gallego, por supuesto, merece mención aparte: su carne blanca, su sabor rotundo y la particularidad de distinguir entre macho y hembra por la forma de su barriga lo convierten en una elección que nunca defrauda. Estos productos, que algunos reservan solo para ocasiones especiales, aquí los tratamos con naturalidad. Porque para nosotros, celebrar el buen comer no es un lujo: es una costumbre. Y si es en una mesa al sol, con el mar en cada bocado, mejor que mejor.